miércoles, 7 de diciembre de 2011

Detalles sin importancia

El inspector real entró con la prisa acostumbrada a la estación de pesca, un edificio no tan alto como los demás, pero pintoresco y de estructuras alegremente combinadas. Se administró una píldora al pasar por el botiquín de mármol, lleno de remedios de hierbas medicinales y sustancias verdes o azules con olor a océano, etiquetadas con sus nombres y propiedades. Hacía demasiado calor y dolor de cabeza, tan temprano en la mañana. Quedaba un día entero para recorrer la ciudad, inspeccionar el trabajo de los supervisores a cargo de las ramas de producción que hacían del imperio el indiscutible centro del universo y volver a palacio para dar el parte del día a los sombríos ministros.
Al final del pasillo, en la segunda planta, estaba el local del jefe de pesca submarina, que podía saber de cualquier cosa menos de geología, no porque no quisiera sino porque simplemente nunca le había interesado. Sonrió cuando notó la presencia del inspector observándolo desde su posición de inquisidor, listo para levantar un dedo en favor del castigo más severo si descubría algún fallo en la obra. Le entregó las escrituras debidamente ordenadas, esperó a que terminara de examinarlas y dijo, lleno de calma bonachona:
-¿Está todo bien?
-Así es -contestó el inspector-. Déjeme, no obstante, decirle algo. Sus hombres no deben dejar las minas en el agua por la sección A22 del área este. Nuestros sabios han tenido la visión de un movimiento sísmico por esa zona, así que... ya usted sabe.
Se fue, quejándose de los calores y jaquecas.

(Ilustración: Denys San Jorge - detalle)
 «¡Maldito inspector!», pensó el jefe en un momento de desahogo, «Sabía que todo estaba perfecto, pero tenía que decirme algo, aunque solo fueran detalles sin importancia. ¿Qué se creerá? ¿Que nadie más que él conoce su trabajo?». Como tenía mucho que hacer, apagó ese lado insultado el cerebro y se sumergió en sus fórmulas.
A muchos kilómetros de allí, los buzos de la ciudad comenzaban a recoger sus enseres de pesca cuando se percataron de una extraña vibración en el agua. Uno de los hombres, que se había quedado rezagado en el arrecife de coral, contempló impresionado cómo las especies de peces salían huyendo del lugar. En eso recordó que todavía faltaba por desactivar una parte de las minas, mas al punto supo que era demasiado tarde.
- ¿Y cree usted, profesor, que la Atlántida dejara de existir por culpa de sus propios habitantes?
- No estoy completamente seguro de ello, mi estimada señorita, pero si nosotros seguimos creyendo en que el mar nos brinda sus riquezas para que las explotemos sin control, vamos a acabar como ellos. ¡Y eso sí se lo puedo asegurar!
- ¡Yo pensaba que la ciencia de los atlantes era naturalista!
- También yo, pero según pude comprobar en mis últimos viajes a la zona donde se pretende que estén los restos de la ciudad, parece que usaban explosivos submarinos para la pesca y la minería. Es muy posible que éstos hayan provocado que un pequeño maremoto se convirtiera en la perdición de la cultura entera.
Las alarmas sonaron más fuerte que nunca por todo el imperio. Ya podía verse cómo el atardecer se oscurecía con el avance de una gigantesca ola de más de veinte metros de altura. Entró la multitud en la plaza central bajo el pánico de los gritos y atropellos, sin embargo, la presencia del Supremo Jefe calmó un poco los ánimos.
- ¡Ha llegado la hora del Abhumnberdioum! -gritó dirigiéndose a las masas-. No estaba en los planes, pero no nos queda más remedio. ¡Todos dentro del templo de los astrónomos, rápido!
- ¡Señor, la ola estará aquí en dos grongs!
- Vamos a tener que sacrificar mucho para que unos pocos se salven... el quinto universo paralelo puede ser la única salida. 
- ¡Venga, por aquí!
- ¡Solo Uhyí sabe qué quedará de nuestro amado reino!
- ¡Supremo, que no hay tiempo!
- ¡Ah, sí! ¡Comiencen la transferencia! ¡Activen el Triángulo!

 Jeffrey Álvarez Massón

Felipe

Llevaba años mirando a Felipe, años, no sabía su nombre pero esos ojos, esa mirada y esa sonrisa las conocía muy bien. Él vivía cerca, eso era lo que pensaba cada vez que lo encontraba por casualidad y tras mucha observación descubrió cuál era su casa, dónde trabajaba, quién era su padre.
En todo ese tiempo ambos habían creado una vida; él: hombre de esposa de papeles e hijos; ella: divorciada con hijos y con un marido que felizmente la acompañaba por la vida.
El saludo entre ellos iba y venía, unas veces se veían más seguido, casi a diario y otras demoraban semanas en encontrarse. Su táctica, mirarla a los ojos, sonreírle discretamente y lanzar sus buenos días en las mañanas o sus cómo estás en las tardes. Su estrategia, devolverle la mirada para luego bajar la vista como apenada, como mujer de otro hombre que no se permite deslices en la vida, responderle los buenos días y seguir su camino con prisa.
Pero llevaba años mirando a Felipe y ya había empezado a soñarlo. Fue una noche sin quererlo, él la esperaba en una calle, su misma calle para llevarle la jaba con los mandados, iban muy conversadores, como jamás había sucedido y en el momento de separarse ella le dejó su teléfono. Después de eso el sueño se repitió en su mente una y otra vez pero ahora despierta. Imaginó su llamada para citarla a conversar, procuró la escena donde  siguieron caminando y enrumbados en un delicioso ir y venir sin dar importancia al punto donde debían separarse, cada quien por su camino; puso también una pizca de las desgracias que los harían juntarse a vivir esa historia pendiente en sus vidas o al menos en la de ella.
¿Qué pensaría Felipe?, ¿Cómo sería?, ¿Se habría fijado en ella solo para molestarla, solo para demostrar su hombría de macho seductor?
Si era así, él lo había logrado, ella pedía a gritos conocer a Felipe. En las oportunas soledades de su cuarto aprovechaba para fantasear con él. Él la iba desnudando, su beso era estremecedor como nunca y sus dientes repasaban sus rincones aprisionando lentamente sus carnes. La lengua de su Felipe imaginario en su sexo la humedecía y sus propias manos eran las que terminaban frotando sus labios bajos en busca de su mejor música.

(Ilustración: Denys San Jorge - detalle)
No fueron exactamente las desgracias, pero los caprichos del destino y de la gente que espera se entrelazan haciendo realidad los más profundos deseos, por eso sintió que tenía una oportunidad, tal vez una única oportunidad.
Ya pasaba por su calle buscando encontrarlo, lo vigilaba desde su ventana para verlo pasar. Al saludo ya no salía apurada, tenía la oculta intención de quedarse cerca y esperar las palabras que necesitaba, las que cambiaran las cosas. Pero la espera desespera y el tiempo jamás fue eterno, ella nunca había increpado a un hombre para hablarle, jamás había tenido que tomar la iniciativa aunque este era un caso de vida o muerte, para poder seguir con su vida, tenía que conocer a Felipe.
Dos días lo estuvo espiando a través de su ventana sin resultado alguno, pasó por su calle, por su acera de ida y vuelta y no lo encontró. Ya de regreso lo vio atareado y siguió de largo no sin antes escuchar su – pss pss - de llamado al que no hizo caso. Corrió lo más que pudo a su ventana, a su función de espía. Demasiado pronto lo vio tomar la calle. Miró a todos lados asegurándose de la ausencia de miradas indiscretas, salió a su encuentro lo más rápido que pudo y logró arrancarle un -adiós- que respondió con una sonrisa. Él continuó su camino y ella quedó insatisfecha. Aquel tenía que ser el día. Dio media vuelta y le siguió los pasos, él pronto la advirtió y la esperó en una acera. Le dijo algo que ella no escuchó y que no podrá recordar porque estaba sorda, caminaron con sonrisas unos segundos, tragó en seco, respiró por última vez y entonces se atrevió a preguntar.
- ¿Cuándo tú y yo vamos a conversar,… diferente?
Ya ese encuentro es pasado, ya comprobó lo exquisito de sus besos, sus manos en su piel dejaron de ser un sueño, se conoce su cuerpo desnudo, varonil, ahora sus imágenes tienen un nombre -Felipe- y algunas madrugadas su teléfono suena, ella deja su cama tibia y con ronquidos estridentes, se viste, cierra bien la puerta y en la otra esquina, la espera un auto.

Evelyn Hastie Navarro

Última vez

En los años de infancia deslizarse en las canales era toda una festividad, subir por la escalera, acomodarse en lo más alto y luego dejarse llevar por la pendiente. De adultos, los deslices siguen sonando a fiesta, mira que uno los evita, pero en definitiva el momento se vuelve sublime.
Así pensaba ella, la del quinto piso, la que adoró siempre jugar en el parque y ahora lleva a su pequeña a disfrutar del mismo lugar. Tiene una vida hecha, como dirían los adultos, pero tiene, por demás una soledad a la que nombra absurda.

(Ilustración: Denys San Jorge)
Su último desliz fue hace tres semanas y desde entonces se había propuesto que aquella sería la última vez. En los primeros días el recuerdo de aquel juego la atormentó. Quería volver a probar, repetir, pero hizo todo por evitarlo. Le siguió el tiempo de adaptarse, ya no lo necesitaba tanto, dejó de pensar y de buscar el encuentro y casi que lo convierte en pasado. Por último la indiferencia. Podía estar cerca sin que ello representase un peligro y  podía incluso  lanzar para sus  adentros frases  como “¡Qué lindo!” pero se mantenía firme en su propósito. Se imaginó curada, no había nada que hacer, no necesitaba deslizarse por la vida, hermosa su urna de cristal.
Cuánta seguridad en sí misma, que quinto piso tan alto y salvador, como para no encontrar distracciones. Qué sublime momento desbarató su castillo de naipes. Se encontraron y él le dijo:
- Esta semana estoy de vacaciones.

Evelyn Hastie Navarro

viernes, 25 de noviembre de 2011

Ropa interior

La despertó un ruido extraño.
Un blúmer estaba atorado en las aspas del ventilador. Un blúmer azul. 
Desnuda bajo las sábanas, no tan blancas y no tan sucias, pensó que era probable que el blúmer hubiera estado primero en su cuerpo antes de ser lanzado, por él o por ella, hacia donde mejor se pudo.
Apagó el ventilador y agitó las sábanas. El olor que despedían también le resultaba extraño, esa mezcla de perfume femenino y sudor y disfrute. Se arropó en su almohada y debajo de esta, halló un ajustador azul. Igual en el diseño y detalles al blumer.
Bostezó y el aliento desprendido le desató su memoria olfativa: vino. Hizo un mohín de repugnancia mientras estiraba sus brazos y piernas. Acomodada, bocarriba, con las apagadas estrellas fluorescentes de su techo encima, cerró los ojos.

(Ilustración: Denys San Jorge)
De la noche anterior le saltaron las sensaciones. Las caricias en el cuello, el susurro al oído elogiándole lo bien puestas que estaban sus nalgas; el recorrido de unas manos calientes por sus  curvas y al final del vestido, por sus muslos; una lengua juguetona por sus hombros, su cuello, su pecho, sus senos y más allá, sus pezones, mientras sus tirantes se dejaban caer.
La voluptuosidad en la cama, ya sin ropa, sin zapatos y con el pelo suelto. Besos, muchos besos, besos de película, como los que nunca había recibido. Su clítoris desbordante, sus labios inquietos, su vulva ambiciosa. Y cuando decidió dar de ella y no solo recibir, fueron demasiados orgasmos, uno tras otro.
Otro ruido la despertó. Un ruido en la cocina.
Se enredó en la sábana al estilo helénico y al ver de nuevo el blumer en el ventilador y el ajustador en la cama recordó que no tenía ropa interior de colores enteros. Ni rojo, ni negro, ni rosado, ni blanco, ni beige...ni azul.  
Bajó las escaleras, despeinada e intrigada. La cocina estaba encendida y olía a tortillas recién hechas.
-Pensé que nunca despertarías -le dijo ella.

Ana María Domínguez Cruz

martes, 22 de noviembre de 2011

Matar al gato

Nunca esperé que la curiosidad matara al gato. Sucedió de improviso. La noche, cómplice  jaranera, hacia guiños por la ventana. La cabeza me daba vueltas, no de embriaguez sino de inseguridad, duda. Pero el miedo cesó, increíblemente no sentí nada. Al darme cuenta de la realidad era demasiado tarde para retractarme. Cogí el arma en una mano y me dejé llevar por la sublime pasión del crimen.
Un gato de verdad, no proverbial, corrió a esconderse en la cocina. La cola ronroneante seguía escabulléndose entre calderos sucios y la pestilencia de las cañerías, imperceptible ahora, cuando el olor de la sangre caliente opacaba la podredumbre, la miseria de una ciudad disfrazada de puta vieja.

(Ilustración: Denys San Jorge)
Afuera, la insistencia del faro se colaba por las persianas; pero no desistí de mi faena. La habitación estaba a oscuras. Los cuerpos enredados entre las sabanas, dejaban las caras al descubierto; mas, en la semipenumbra, era difícil distinguirlos. Alguien dijo una vez que en la oscuridad todos los gatos eran pardos. En efecto: solo veía un par de líneas multiformes, traslucidas en un blanco capaz de aberrar volúmenes y simetrías; una palidez fantasmal que subía y bajaba con algunos gemidos. Empujé un poco la puerta para ver mejor, cuidándome de no hacer ruido.
No sintieron nada: su concierto no dejaba escuchar el fragor de la tormenta en el exterior.
Un maullido pasó entre mis piernas y entonces los espectros mostraron sus caras, maldijeron al causante de tanto jaleo, sin ver al ojo disfrazado con las sombras. Fue entonces cuando la saqué. La melodía in crescendo se interrumpió de súbito. Maté al súper yo y a los detractores sociales. Cegados por el flash solo acertaron a gritar. Aproveché para salir corriendo cámara en mano y, contento por la empresa victoriosa, llegué a la computadora para descargar la instantánea. Ahora sí los cogí, pensé y di un clic para visualizar la imagen. En la pantalla solo apareció un gato, con los ojos rojos y el pelo erizado del susto.

Lázaro Jesús González González

Génesis

La creación del mundo
1:1.1 En el principio todo era oscuridad y no había dinero ni alimentos pero él prometió no robar, ella no prostituirse y ambos no comer nunca del árbol de manzanas que estaba en el patio,
1:1.2 pero el espíritu revolucionario que plantó el árbol único vagaba por encima de todas las cosas.
1:1.3 Luego el espíritu decidió cambiar aquello y dijo hágase la luz y aparecieron bombillas ahorradoras y lámparas por toda la casa y el espíritu vio que eso era bueno y dejó para siempre la oscuridad separada de la luz.
1:1.4 Cuando el espíritu comprendió el poder de la luz vio que todo estaba desorganizado y sucio y ordenó separarse las aguas sucias de las buenas y comenzaron a tomar agua embotellada en Ciego Montero,
1:1.5 y asimismo se esfumaron el polvo, la humedad de las paredes y las telarañas del techo y la tierra se separó del piso que comenzó a ser de grey vino tinto y se enchapó el baño con imitaciones de mármol negro y también se separó la madera del cemento y de la marquetería en aluminio y el espíritu vio que eso también era bueno y lo dejó así.
1:1.6 Al tercer día, el espíritu recordó que no había alimentos y buscó los animales de aire, mar y tierra y a cada uno le dio una pareja para que procrearan y multiplicaos y dad frutos dijo
1:1.7 y también buscó todos los árboles y las viandas y las legumbres y los granos y las plantas de especias y aparecieron los platos de que nunca antes habían visto y comenzaron a tener tres comidas sanas y meriendas reforzadas y el espíritu vio que todo era bueno y experimentaron con más.
1:1.8 En el cuarto día el espíritu colocó una parabólica en el techo y comenzó a usarse con sentido la electricidad y aparecieron el TV de plasma de 32" y el DVD y el Stereo Teatro en Casa con USB incorporado y la cafetera eléctrica y la tostadora y el microwave y la licuadora y los picadores de especias,
1:1.9 y el espíritu comprendió que todo esto era muy bueno y que necesitaban un carro para mover tantas cosas que aparecían y llegó un mercedes bendz descapotable comprado a un músico que terminaba una gira.
1:1.10 Ya era el quinto día cuando el espíritu se percató de que estaban casi desnudos y, aunque eso significaba que habían comido del árbol, ya no se podía arreglar y compraron en Dior, Calvin Klein y Armani para no pecar de inmodestos
1:1.11 y el espíritu sonrió satisfecho por como los había vestido y admitió que era bueno y que ya estaban en condiciones de invitar a los amigos a la casa para celebrar todo aquello.
1.1.12 Y al sexto día se hizo la fiesta e invitaron a un grupo musical de moda y fue a barra abierta con sirvientes contratados que se encargaron de atender a todos mientras ellos hacían su parte de anfitriones y todo en el patio que ya era el jardín del árbol sin manzanas
1:1.13 y fue allí que el jefe de él se interesó en ella y Giorgio, el amigo de ella, se enamoró de él y todo comenzó a confundirse porque había que seguir con todo aquello que era bueno.
1:1.14 En el último día el espíritu no trabajó por la resaca, ellos descansaron y reorganizaron las cosas para que cada cual siguiera en lo suyo y en la noche, él se fue con el italiano y ella esperó en casa al jefe de su marido para darle unos masajes
1:1.15 y el espíritu contempló delirante su obra y aseguró que todo aquello era muy bueno y se levantó a sembrar otro árbol de manzanas en otro patio…

Yohandro Rey Sánchez Reytor

Pena de muerte

La arena zigzagueó con el soplo del viento bañando las caras de la gente. En el cenit, el sol regalaba sus abrazos mientras apartaba las nubes para poder ver. A medida que la hora se acercaba, el murmullo de la multitud fue despuntando en un alba de gritos y gemidos.
Miles y miles de escritores, hombres y mujeres, ancianos y jóvenes, pancartas y emblemas, representantes de organizaciones por la libertad de expresión, periodistas y vendedores miraban con nerviosismo hacia la entrada.

(Ilustración: Denys San Jorge - detalle)
Durante el juicio, los testigos habían perforado con sus argumentos las razones de la defensa; sin embargo, la deliberación del jurado duró siete días y siete noches. Tras el análisis con microscopio, habían determinado la culpabilidad del acusado. Este había recurrido sin pausa a su promiscuidad, belleza, elocuencia, capacidad de síntesis y premeditación para cometer sus crímenes; de esa manera, había embaucado a todas las generaciones de hombres de palabra. A menudo solía traicionar a sus hermanos, ya fuera con sus cambios de humor como con sus compañías. Emboscaba a sus semejantes y se mofaba, luego de contaminarlos o fulminarlos con su presencia. Era, en fin de cuentas, algo que debía borrarse del universo.
La puerta se abrió. Ante el espectáculo, muchos en el público se echaron a reír y otros a llorar. A un tiempo, unos gritaron “¡Muerte!” y otros “¡Perdón!”.
Cuando los dos, verdugo y condenado, se encontraron en el centro de la plataforma, un campanazo secuestró al resto de los ruidos. Hacha en mano, el encapuchado esperó por su víctima. Esta adoptó sin revelar sonido la posición que se le indicara; segundos después, se desplomaba.
Todos se marcharon. Incluso el verdugo.
En el suelo quedó el criminal.
El solitario adjetivo.

Jeffrey Álvarez Massón

Yo el peor de todos

Yo no puedo tenerte ni dejarte,
ni sé por qué, al dejarte o al tenerte,
se encuentra un no sé qué para quererte
y muchos sí sé qué para olvidarte.
“Yo no puedo tenerte ni dejarte”, Sor Juana.

La maldita circunstancia del agua por todas partes
me obliga a sentarme en la mesa…
“La isla en peso”, Virgilio Piñera.


“… porque nacer aquí es una fiesta innombrable”,
José Lezama Lima

A Ricardo por la confianza
Yusnavy me mira con sus ojos habituales y sé que hoy no es un día normal. Eso es malo y ella también lo sabe, en uno de esos días apocalípticos en que llego con los cuadros en la mano, los mismos que han regresado sin venderse en la feria de la Catedral; intactos con salitre, polvo y craquelados como mi hermosa Habana, con el caballo esbelto y la mulata cabalgándolo libremente en todo su esplendor, bien realista sobre la marina de colores intenso y ultramar, con pinceladas sueltas y nubes blancas, bien cursi. Le devuelvo la mirada cariñosa al sentarme y me encuentro como un novato sudoroso, inexperto y hablando de mejores términos le comento así del camión con acero lleno de óxido en el que he venido desde Marianao, tras el viaje interprovincial y estoy cansado quizás de todo como cada día hacia mi hermosa aldea nombrada Esperanza. El conductor que grita tirándome la saliva encima en la escalera muy en alta voz: ¡¿Esperanza-Caimito-Guanajay a cinco pesos… arriba que se va ya?! ¡Arriba que no paro hasta Esperanza! ¡Arriba que es el último! Y posiblemente puede ser verdad y también lo de real maravilloso dentro de la nave acerada, «El Último de los Mohicanos», así dice en su parachoques oxidado. ¿Quizás sea verdad? Esperanza, mi próximo destino, bajo el rocío coloquial que desprende él que cobra. El vaho del conductor por cinco pesos, no está mal. ¿Quién sabe? Posiblemente con razón, los mismos cuadros en la mano a toda velocidad por la carretera central, a mi aldea anhelada. ¿Por qué no? Con el calor agobiante por todos lados entre acero y remaches dentro del último indio con brío. Suspiro y me siento ansioso de frente a mí hembra con su bata blanca, ella conecta con esmero y cuidado el cable gris a la electricidad, le sigue el back up y el módem asegurándome que ya está bastante malo, el anterior se rompió por un trueno que cayó del cielo. ¡Cabrones imperialistas! Me  dijo aquel día dando un grito mientras me abrazaba después de la gran luz que nos erizó y le di un profundo beso en ese momento, inmortal y muy pegajoso. Ahora  prende la torre y el monitor nuevo, hermoso y blanco de marca china Haier. La máquina demora un poco en encenderse, Windows XP a la vista y Yusnavy me sonríe asegurando que es culpa del imperialismo que se demore el equipo. ¿Cómo siempre? Dicen así y que ella tiene la razón, en fin, no importa la quiero mucho.
Aquí en Esperanza de mejores expresiones no se pueden hablar. Como tampoco otras no se pueden mencionar. Por culpa del enemigo no vendo tampoco mis cuadros, eso siempre dicen. Y yo concuerdo con ellos "por si las moscas", claro. Mi amiga maldice al adversario de que no tengamos velocidad y de no poseer ella una súper computadora en la aldea. ¿Por qué no también yo? Los pies me sudan al igual que mis manos sobre el teclado y es producto del hálito dentro de uno al recibir un correo, que es relativamente proporcional al resultado de muchas cosas en la bandeja de entrada de otro, la bandeja de entrada de Yusnavy, la hembra domadora de mi información. Comunicarte con un desconocido y desde Esperanza es desconcertante, inmortal la alegría de tener algo y de que conozcan tu vida personal, de amanecer con ilusiones dentro de la aldea, con un mensaje inesperado, otro añorado o quizás un Mail delivery failure, un correo de regreso. ¡No importa! Es bienvenido también. ¿Por qué no? Muy colosal. Igualmente es algo hermoso para ver como salen y entran con esmero, suavecito si llevan fotos de más de 300 Kb, bien sutil y con poca velocidad, producto del imperialismo, como se rumorea por aquí. Por eso ella le tiene puesto un lazo bien rojo que abraza con esmero todo el monitor, «para los malos ojos… a los envidiosos, a los hackers y hasta para el enemigo», después me asegura risueña que no entiende nada entre sus labios carnosos y yo se que está hecho para la protección. Pero ella no está equivocada, Changó protege aunque con un rayo desde el cielo nos rompió el otro módem y la deidad no es enemiga, lo que claro nos quiere proteger y también es respectivamente equilibrado aunque Yusnavy no lo crea y debemos entenderle. Ella no tiene fe, lo sé, al menos tiene su resultado con las deidades. Seguido aparece un fondo azul con texto dorado sobre una mujer perfecta: “Ser cultos es la única forma de ser libres”. Tiene razón el Héroe Nacional sobre la modelo erótica en el fondo de pantalla de Windows XP. Danzando se encuentran las letras Times New Roman libremente con un hermoso movimiento como mismo Yusnavy se mueve entre las sábanas, ella configuró él diseño en la PC con la sentencia a buena hora también, morena. ¿Por qué no? Quizás mulata como mi modelo sobre el corcel en la marina en la feria de la Catedral para el turismo, con la piel acerada y quizás más hembra que nadie tras los iconos del escritorio dejando que antivirus Kaspersky se cargue sobre el mejor de los prototipos perfectos, de ascendencia china y protegida por los rusos. De mejor máquina no se puede hablar, invencible e inmortal con el antivirus robado semanalmente.
Ella da un clic sobre un icono en el escritorio y me asegura que hoy como todos los días no tenemos conexión. ¡Que bien! Por culpa del imperialismo una vez más. Así dicen. ¡Malditos capitalistas! ¡Ojalá pongan el cable submarino ese ya!, ¡Ojalá pa burlarnos del enemigo! Me dice frenética mi chica y eso me gusta. Ella exclama acerca del adversario y yo pienso en mi amiga mexicana y Juan Manuel del otro lado esperando mi mensaje desde hace días, el evento de Sor Juana y los escritores. Suspiro y yo quiero ser como ellos, sin los cuadros con salitre a mi lado y sin turismo a la vista. Quiero ser escritor, cambiar y dejar a un lado los cuadros craquelados. Realizar un cuento, mi primer cuento aunque Yusnavy no entienda y logre quizás un premio y me compre una súper computadora protegida por qué no por los rusos contra el enemigo. También pienso continuamente en Sor Juana y aquellos mensajes en sobres cerrados, secretos y ocultos a caballo con el Virrey en la Nueva España, que eran mucho mejor en aquella época que ahora en la actualidad. Muy ocultos sin detención de comunicación. Allí no había Mail delivery failure, allí todo llegaba al menos trotando. Al menos había un caballo postal para ver al Virrey. Aquí en Esperanza, en mi aldea, no hay caballos. ¿A caballo sobre el mar? Pudiese ser. ¡Qué va! Yo tengo miedo, mucho, si miedo al mar y al potro trotando sobre este. Quizás mis marinas tormentosas para la feria de la Catedral. ¿Quién sabe? Yusnavy me mira con sus ojos habituales después de ver la modelo voluptuosa y yo se que ella no entiende, al menos yo no le he dicho nada, si, para los malos ojos y sabemos que la culpa debemos echársela a alguien. Como siempre. Le devuelvo la mirada y estoy cansado quizás de todo. ¿Quién sabe? Posiblemente con razón. ¿Por qué no? Hasta del imperialismo y el cable bajo el mar con el futuro caballo sobre este, ¿El futuro está en el cable papi... en el cable? Me dice como mi aldea nombrada Esperanza, con mucha fe.
–Vas a tener que ir a despojarte con un brujero… si no, vete a santiguarte para los malos ojos, que no entrarás en esa cosa y virarás siempre con los mismos cuadros aquí a Esperanza –me dice ella asegurándome que la cosa esta mala y refiriéndose a mi amiga mexicana, Laura, que me ha propuesto participar en un evento con los escritores.
Yusnavy está en lo cierto al pensar que estoy loco y Laura no sabe las heroicidades de comunicarte con un desconocido a diario y menos sin caballo postal. ¡¿Aquí en Esperanza no hay Laura… no hay, que vamos hacer?! Le digo y ella no entiende al exigirme una vez tras otra como Yusnavy no lo hace. Yusnavy no me reclama asi. Pienso repentinamente en mi amiga mexicana que quiere participe así como cuentista y deje a un lado los cuadros con la mulata y el hermoso potro cabalgando inmortal en la tormentosa marina entre tonos azules y me ponga a escribir un cuento en su evento sobre Sor Juana con los escritores, yo el principiante aguerrido, una ficción con errores gramaticales siendo el más joven de todos, siendo: el peor de todos, que tenga un inicio, que narre así una historia con la obra de un artista mexicano llamado Juan Manuel y termine en un desenlace, un incógnito entre las esculturas, quizás del artista mexicano. ¿Quizás? Y me viene bien, después de virar con los mismos cuadros que no he vendido llenos de polvo desde la feria de la Catedral, allá en la Habana Vieja. ¿Quién sabe? Posiblemente exista la suerte delante del monitor con el teclado chino. Pienso. Eso es también relativamente proporcional si está protegido por los rusos, con el antivirus robado. ¿Por qué no? Aunque Yusnavy me dice que disminuya la cantidad de información que sale desde su email. ¡Dale suave papi… dale suavecito, que siempre hay un ojo que te ve… y me van a quitar mi potro medico! Dice irónicamente y muy hermosa, inteligente mi hembra. Yusnavy tiene razón al verme como me comunico con un desconocido. ¡Estás loco! Y yo sé que mi fémina tiene el juicio perfecto.
Aunque ella no crea, su primera sugerencia fue ir a ver a Ivon, la espiritista del barrio, la que sabe lo que dice y profetisa, voluptuosa como el fondo del escritorio chino pero sin texto y muy relativamente proporcional. ¿Quizás ella pueda solucionarte el problema? «Pide por ti y por mi… pide además otro correo por si acaso, pide internet y también de paso un caballo…» Me dice y yo me voy cansado de todo, hasta de que me lea mis mensajes en su bandeja de entrada y después me exija como la esposa perfecta: ¿Quién carajo es Sor Juana? ¿Quién coño es esta mujer que te envía aquí email a diario… a mi bandeja de entrada y desde México? ¡¿Aquí no envías más un cabrón email… vas a chulear por ahí a otra perra jinetero malo?! ¡Todos los hombres son lo mismo… pero tú eres peor, tu eres el peor de todos so maricón… chuleándome mi caballo médico cabrón!
Dice linda y muy rabiosa exigiendo con alguna sonrisa extraviada como la dictadora ideal dándome una bofetada y después se recuesta a mi lado un largo rato viendo salir y entrar libremente los mensajes en su bandeja de entrada. Me gusta mi hembra como lucha lo suyo, como protege mi carne. Domadora del sexo contrario, ella me quiere y eso es aquí relativamente proporcional aunque Laura no lo entienda desde la frontera mexicana. Pero a mí me gusta Yusnavy con sangre de mando, con su postura hermosa de feminista, la amo bien cursi, bien voluptuosa y me exija celosa de una mujer muerta que ella no sabe. Las mujeres bien ganado tienen su lugar con total coraje, como la bíblica que le destrozó el pelo a Sansón, la india Guanaroca aquí en Esperanza contra los españoles, Mariana Grajales o la propia Yusnavy frente al dominio total de mis letras y mensajes en su computadora china. Con su poder absoluto, muy totalitario.
La entrada de la casa de la espiritista, de la brujera o la cantomántica en el barrio es una fiesta innombrable. Yusnavy me lo advirtió y en ese instante lo comprobaba con mis temerosos pasos. Uno puede encontrarse ahí clientes que vienen desde la ganadería, agricultores, médicos, abogados, turistas o militares y te puedes encontrar estacionado delante de su casa lo mismo una bicicleta rusa, un Chevrolet del 59 o un Audi en busca de la fe, en busca de la profeta ideal. Juntos por el mismo propósito, todos creen con esmero disimulando entre gallos, botellas de agua y flores que traen consigo. Nadie quiere hablar de sus problemas personales y yo menos del mío, uno internacional al ver la cola pasar.

(Ilustración: Denys San Jorge - detalle)

–¿Quién va? –pregunta Ivon con una voz más allá de la cortina blanca bajo el marco de la puerta.
Me levanto de la silla en la que estoy sentado y entro al interior bajo el vaivén del telón sucio con olor a perfume, a flores y humedad. ¡Entra y siéntate!, me dice Ivon, la brujera ideal, detrás de una pequeña mesa en el cuarto propio de dormir. ¿Estás asombrado… nunca habías visto libros en una consulta espiritual? Le respondí que no, mientras me sentaba en la silla al lado del caldero en el piso, con flores, objetos y mucha sangre de un gallo sin cabeza, mutilado. Encima de la cama mas allá en la pared un amplio estante de libros. ¿Para qué los libros? Pensaba. Miraba ahora con fijación mientras la brujera hacía los preparativos y se fumaba con esmero un pequeño tabaco. Podía leer la primera fila de libros al dorso desde ahí: José Martí, Miguel de Carrión, Eliseo Diego, Dora Alonso, Alejo Carpentier, Félix Pita Rodríguez, Altunaga, Cabrera Infante, Jesús Díaz, Retamar… en el segundo Julio Travieso, Reinaldo Arenas, Cofiño, Heras León, Barnet, Padura, María Elena Llana y Mirta Yáñez entre otros tantos, escritores cubanos, vivos y muertos. ¿Dónde he caído yo? Pensé repentinamente. Las mujeres de nuestro país se han ganado su lugar, de mejores términos no se puede hablar. Más allá en otra fila bien ordenados los libros extranjeros: Homero, Aristóteles, Kant, Dante, Miguel de Cervantes, Vargas Llosa, Neruda, Borges y Kafka entre otros. La cantomántica es especial, sabe de la vida y de los muertos. ¿Pero para qué libros especializados en la habitación del profeta? Y títulos como El Capital de Carlos Marx ahí, un Julio Verne y Dumas con: El Conde de Montecristo, Los tres Mosqueteros o el Hombre de la Máscara de Hierro y también El Mago de Oz. ¿Para qué? No entiendo y Yusnavy lo sabe en su teclado y no me lo dijo, quizás Laura desde la frontera mexicana. Aquí no hay machismo y la espiritista tiene todo tipos de libros de Buda, la Santa Biblia, libros de Francmasonería, el Corán, Historia, Metafísica, Arte y Literatura.
Una mujer relativamente proporcional que se documenta para hacer bien lindo y perfecto su trabajo, una hembra experta aquí en Esperanza. La espiritista es hermosa bajo el vestido de lino blanco semitransparente y sabe de la vida, con los collares sobre el pecho rebosante de hermosura. Con sudor en la frente, fuma del tabaco exhalando el humo en la habitación. Ella lo siente rico y bien penetrante llega a mis pulmones sin permiso entre el olor a perfume, flores y sangre. Las cartas desplegadas sobre la mesa son acariciadas entre el humo con un poco de ron que escupe sin cuidado desde su boca. Velas encendidas nos acercan a las almas. La cantomántica me da la mano, pidiéndome el nombre y me dice que va hablar ella con voz de mando; recuerdo a Yusnavy, mi hembra con poder, con el dominio total de mi bandeja de entrada.
–Esto esta raro aquí… hay cosas que están nebulosas… Changó te está cuidando mucho y es con la espada que le forjó Oggún, no quieren que te hagan daño y por eso te rompió el módem anterior… vienes por una saya extranjera, veo mucha gente de otras tierras, mmm!!!, comunicación con extranjeros, cuidado…Yemayá no quiere que salgas por mar, ten precaución. ¡Cuidado que te pueden ver con malos ojos! Hay papeles escritos, muchos, muchos papeles… ¡cuidado con información que des para el extranjero… al extranjero nada!, una vigilante y mucha correspondencia que no se da aún, a caballo… mmm!!! y sobre el mar. –dice y me mira sabiendo quizás el propósito de mi visita exhalando más humo y bastante ron sobre las cartas–. Obbatalá no va a dejar que te hagan daño, tienes un muerto junto a ti que te protege mucho.
Ivon sabe hacer su trabajo, lo hace bonito y entretiene al público con el movimiento danzatorio de sus manos, collares y jalándose de un lado a otro su vestido blanco. Yusnavy me lo dijo y la espiritista continúa asegurándome que Orula está  pidiendo incesantemente algo para mi propósito, al igual que todos en el panteón yoruba. Me siento inquieto en el mimbre sucio, aspiro y sé que hoy aquí definitivamente en Esperanza no es un día normal.
–Sabes, los Virreyes la protegen bien –dice suavemente y continúa–. Ella viene ahora llorando como una niña. ¿Es una saya que enseña canto o se dedica a la astronomía? ¿Quizás poesía, el drama, filosofía o la teología? No sé… no lo veo claro, al menos no aquí. Es obligada a deshacerse de su biblioteca y un Obispo… le tenderá una trampa en la cual ella caerá, con la ingenuidad misma de los inocentes. Ella es buena… ¿Lo sabes? Si, muy buena, el cerco se irá cerrando sobre ella, como sobre ti si te comunicas con el extranjero, en esa cosa que aparece ahí en esta carta sobre una mesa y menos sobre el mar a caballo que Yemayá está ahí vigilando constantemente, por mar no te tires nene y menos con el caballo que Ochún no lo desea tampoco, nadie lo desea… ¡Por mar no! Qué ella terminará renegando de sus voces y te vas al fondo, renegará de su inmensa fuerza creadora, de su talento. Y dedicará sus últimos días a la vida del convento y tú dentro de la cárcel o bajo el mar. ¿La conoces?
Le contesto que no disimuladamente para esquivar la conversación mientras miro el librero.
–¿Para qué tienes aquí en el estante ese: El Capital, de Carlos Marx?
–Aquí en Esperanza yo trabajo con los libros de mis muertos mi niño –dice y tira una gran bocanada de humo sobre mí, incierta. Me gusta y la imagino bajo el vestido de lino blanco con los collares sobre su pecho voluptuoso.
–¡¿Carlos Marx es tu muerto?!
–Si –dice Ivon y continúa moviendo sus manos a la vez que exhala una bocanada de humo de tabaco más sobre mí–. Si, aunque no me creas los míos son gente importante y para no hablar mierdas me informo a diario y hasta leo el Granma, aquí en este trabajo no te puedes equivocar tienes que ser certero para que crean en ti, para que exista la fe. ¿Lo sabes no? Un ahijado un día vino con problemas de hemorroides, él pensaba que era brujería de su anterior mujer, bueno te digo que tuve que empezar a bajar el muerto indicado para atenderlo, buscando el doctor perfecto entre dolores con tripas y se me montó equivocado para hacer la consulta, el hombre ese… sí, el filósofo ese, al final empezó hablar dentro de mí de ética, ideologías, filosofías y niño… te digo que tuvo que volverse a ir. ¡Qué va! Por eso me preparo día y noche para que no me vuelva a pasar. ¿Qué tiene ver Marx con las hemorroides? ¿Tú sabes? Yo no, en fin. Aquí han entrado todo tipos de personajes que se me montan, así como así, sin llamarlos, equivocados, imagínate al mismo Don Quijote de la Mancha, montado en mi cuerpo y quería meter esa clase de lanza dentro de mí, la misma con que él se batía con los molinos de viento allá en España, ni loca yo con semejante cosa tan grande dentro de mi alma. ¡Qué atrevido… viejo más loco! Otro día un tal Poncio Pilatos, en que yo iba hacer una limpieza sobre un ahijado con la palangana llena de agua, miel, abrecaminos y vencebatallas quería entrar solamente a lavarse las manos. Con los muertos se ven cada cosa aquí frente a esta mesa y al caldero ese. Yo trabajo con la élite celestial, mis muertos no son cualquiera. Tú te imaginas aquí a Elvis Presley, seguro que no eh… bueno el está ahí lo que yo nunca lo he dejado entrar en mí, pues es del enemigo y… ¡tú sabes! que con el enemigo mejor no coquetear para que después no digan que uno les da cosas, pues además siempre hay un ojo que te ve, mira por eso tengo el ojo pintado con la espada que lo atraviesa, esa hoja acerada es la de Santa Bárbara.
–¿Otro muerto… uno espía?
–¡¿Elvis?!... ¿Quién sabe? Aquí en la brujería se ve de todo como en la vida, y quizás hasta él es de la CIA. ¿No crees? Si, además eso está de moda pues se puede ver cualquier cosa y no se dice aquí en este negocio espía, se dice colaborador de la fe, defensor de almas, guardián del bien, protector de la causa, en fin, hasta terrorista si te da la gana, lo que aquí no lo dejo entrar pues de seguro como es enemigo viene a disociarme al público, aquí no entra nadie pinga y con mis ahijados nadie se mete cojones –dice rabiosa y sigue con el movimiento danzatorio con collares en sus manos–. Aquí han bajado cada almas, desde Leonardo da Vinci un día que me quería pintar desnuda con las tetas al aire, insistente el hombre, bueno a mi me encantó la idea o hasta el propio Albert Einstein asegurándome de átomos y una bomba nuclear en el caldero de los muertos míos, y le dije: ¡¿Te vas para el carajo so viejo maricón tu no me tumbas el negocio… aquí no explota nada?! Y escupí frenéticamente con mucho ron el caldero ese y expulsé  mucho humo para todos lados y no vino más, diría está mujer está  loca.
–¡¡¡Candela!!!
–Sí, si hasta un día se me encarnó el mismísimo Adolf Hitler hecho como un loco gritando judíos, judíos, y yo le dije ¿Qué pinga te pasa? Vete, so enano frustrado... vete anda con la mariconada de tumbarme el negocio también, que después empieza el brete y se me tira la policía en la casa.
–Yo lo que quiero es que me bajes aquí una saya, una mujer.
–Te salió en las cartas, tú mujer macho, te está vigilando, hay muchos ojos sobre ti, mmm!!! Vas a tener que pintarte un ojo como el que tengo ahí yo con la espada de Santa Bárbara, esto esta malo… no des un paso en falso y menos a caballo sobre el mar, el mar olvídalo… ella lo que te la quiere es arrancar de un tajo, desde el tronco, si te coge con otra mujer, aunque no te diga nada le tiene roña a las foráneas, hay celos por otra saya y esa otra saya que viene llorando está muy lejos, además es extranjera. ¡Ten cuidado! Olvídate de las mujeres en el extranjero, que no dan nada… olvídate que solamente dan problemas aquí en Esperanza.
–¡¡¡Bájame a Sor Juana… bájamela!!! Si no, no puedo participar en el evento literario, y que ya, no quiero pintar más… no quiero pintar más la mulata sobre el caballo ese cabalgando en la marina cursi.
–¿Sor Juana la mexicana? –dice asombrada la brujera.
–Sí, sí, sí.
–Ah niño… si esa mujer es muy amiguita mía, sabes, en otras ocasiones ha coincidido en mi cuerpo, tengo ahí varios libros sobre ella, hasta uno autografiado con su letra, escribe bonito –exclama sorprendida y continúa– el pasado ocho de septiembre celebré mi fiesta de santo aquí en Esperanza, dedicada a la Virgen del Cobre y sabes qué, ese día bajaron muchísimas mujeres muertas y todas extranjeras.
–¡¡¡De madre… del enemigo!!!
–Sí, quizás... entre ellas Rita Hayworth, Marilyn Monroe, Pocahontas y ahí de pronto fue que conocí a Sor Juana, así como así.
–¡¿Sí... y ella es del enemigo?!
–No para nada… ¿Chico tu no lees historia?, tú no te das cuenta de las cosas, pero como parece que desde allá arriba se veían muchas mujeres bajando a esta casa, ella se embulló a bajar también y hasta bajó equivocada después o fue que vino de mirona la mismísima Juana de Arco, ¡chismosa europea de mierda esa!, llorando que se estaba quemando, ojalá se le queme el culo en el infierno por encender fuego, marimacha guerrera, la guerra es para los hombres. ¿No crees?
–¡¡¡Ñó!!!
–Sí, la mismitica niño.
–Bueno entonces a Sor Juana, llámamela de nuevo, pues me es muy difícil comunicarme con el escultor mexicano ese por internet, para hablar sobre ella, enviarle mi cuento y darle la información que quiero participar ahí con los escritores, yo lo mismo mato un gallo, que me unto sangre y me tomo una botella entera de aguardiente. ¡Hago lo que sea!
–Aquí la que mata soy yo nene y ten cuidado con la conexión esa con los extranjeros –responde pensativa la espiritista–. Ten cuidado con la información esa al exterior en la internet esa... Orula lo dice claro aquí en esta carta, mira... mira, no te quiere dejar ir... y menos a caballo sobre el mar.
Y señala bonito a una carta sobre la mesa asegurándome que están puestos para mí, para mi cartón, además me dice que Orula no se equivoca conmigo con esas cartas, murmura que además el me abre y me cierra los caminos, que aquí en Esperanza el no quiere que haya internet, el es el único que abre y cierra, que me está alertando y le haga caso.
–Hay que hacer algo ya, ¡no se!, si con polvo, cascarilla, perfume siete potencias, vencebatallas o abrecaminos, ¡necesito que me bajes ya a Sor Juana aquí! lo mismo con vencedor que rompesaraguey con humo o sin humo, para hacerle preguntas, pues se me ha puesto malo el correo electrónico y se sigue poniendo malo, esto esta malo... también Yusnavy, el escultor mexicano del otro lado sin mi cuento aún con sus esculturas y Laura exigiendo, en fin. ¿Qué pinga hago?
–Bueno mira –dice Ivon moviendo sutilmente las cartas sobre la mesa–. Orula quiere abrirte los caminos, poco a poco... está pidiendo algo muy importante para ayudarte.
–¿Qué cosa?
–Te lo digo es un poco difícil pero Orula te está pidiendo algo y yo tampoco se para que cosa es eso, no entiendo bien, pero es para abrir los caminos.
–¿Qué cosa? Dime.
–Se llama módem y aquí en Esperanza no hay. ¿Qué es eso? Y es importante dice para comunicarse con las almas en el extranjero… con la misma Sor Juana y dice que lo sepas que es un riesgo comunicarse con muertos extranjeros, que a él también lo pueden ver con malos ojos y se busca tremendo lío con Ochosi y con Oyá, que le parten las patas... pero que te va hacer el favor y no le digas nada a nadie, a nadie, ni a los amigos, ¡no creas en nadie! Y menos que Orula te ayudó aquí en esta mesa.
–¡¿Un módem?! No podía pedir carajo un gallo, cascarilla o algo más suave coño.
–Orula sabe lo que hace, además te va hacer el favor.
–Si yo lo que necesito es solamente unos minutos, un módem vale una pila de dólares, y tengo que mandárselo a pedir a Laura a México, además cuando baja Carlos Marx o Juana de Arco aquí en Esperanza a esta mesa, no les hace falta módem ni un carajo, dile a Orula que se deje de descaro conmigo coño que yo soy su ahijado también, ¡bájamela coño!, ¡bájamela Orula!, ¡baja aquí a Sor Juana!, ¡baja ya!
La espiritista toma con las manos la botella de aguardiente al lado del caldero con el gallo mutilado y con sangre, destapa el corcho llevándosela inmediatamente a la boca, se da un trago de esos que llegan a la mismísima alma donde quizás estén ocultos Homero, Carlos Marx, Alejo Carpentier o la propia Sor Juana, seguidamente escupe sobre la mesa sin temor, sin miedo al infierno de Dante muy libremente. Me salpica la ropa y me asegura que no me ponga nervioso, que la bebida es buena para los santos en este calor de Esperanza y que solamente es Ron.
–¡Tranquilo nene… tranquilo que con esto desde aquí, desde nuestra real y maravillosa Esperanza llegaremos a México! –me dice.
Yo pienso en el caballo sobre el mar, con mulata y todo en la marina bien cursi cerca del Virrey en la Nueva España. El caballo postal con la correspondencia clasificada a Juan Manuel. Se mete el mocho de tabaco en la boca y lo mastica fuertemente.  Muy rico. Se saborea acariciándose el vestido sobre sus bellos muslos con las manos cubiertas de collares. Le percibo los agraciados senos bajo el lino blanco, bien voluptuosos. Después absorbe del tabaco y exhala mucho humo sobre las cartas desplegadas una vez más sobre la mesa y sobre mí sin temor.
Al cabo de un breve silencio, Ivon lleva los ojos fijos en su cuerpo. Destila mucho desde los poros. Gotas de sudor le caen bien rico por entre sus bellos senos y los collares colgados del cuello. Una cosquilla delirante enciende mi cuerpo que bordea el caldero con el gallo mutilado, muy cerca de la hermosa Ochún y el viejo Babalú Ayé, al lado de Changó armado con los hierros de Oggún. El santo con la espada que acabó magistralmente con el otro módem y Yemayá a su lado, todos al tanto, vigilantes y protectores. Entre velas prendidas pude al instante escuchar cómo un eco entre los libros perfectos de los vivos y los muertos, con una voz de ultratumba que pude identificar a los minutos aquí en Esperanza, muy extranjera y hacia mí, en forma quizás ¿Por qué no? De: Mail delivery failure. ¡¿Óyeme con los ojos?!
Bauta o quizás Esperanza, 11 de septiembre 2010

Denys San Jorge Rodríguez

lunes, 21 de noviembre de 2011

Convocatoria V Concurso Internacional de Minicuentos El Dinosaurio 2011

El Centro de Formación Literaria Onelio Jorge Cardoso, el Centro Provincial del Libro y la Literatura de Sancti Spíritus y el Instituto Cubano del Libro convocan al V Concurso Internacional de Minicuentos El Dinosaurio 2011, que se organizará de acuerdo a las siguientes:
BASES
  1. Podrán participar todos los escritores de habla hispana, mayores de 18 años.
  2. Los participantes podrán competir con un solo minicuento que no exceda 20 líneas.
  3. Se debe entregar en un sobre:
    • original y dos copias, en letra Arial 12 puntos, a doble espacio, identificados con lema o seudónimo.
    • un sobre pequeño, identificado por fuera con el lema o seudónimo y el título del cuento, que contenga los datos del autor (nombre completo, número del carné de identidad, dirección particular, teléfono, correo electrónico y una breve nota bio-bibliográfica).
  4. Los minicuentos deben ser inéditos y no estar sujetos a compromiso editorial en Cuba o en el extranjero, ni concursando en otro certamen.
  5. Los originales no serán devueltos ni se remitirá acuse de recibo.
  6. El plazo de admisión de las obras vence el 1ro de diciembre de 2011. El matasellos del correo dará fe de la fecha del envío.
  7. Las obras deberán enviarse a:
    Centro Onelio
    El Dinosaurio 2011
    5ª Ave. #2002 esq. a 20, Miramar, Playa
    Ciudad de La Habana,  CP 11300
  8. Los participantes no residentes en Cuba podrán enviar sus obras por correo electrónico a dinosaurio@centro-onelio.cult.cu, adjuntando dos archivos Word: uno que contenga el minicuento identificado con lema o seudónimo, y otro que contenga los datos del autor (nombre completo, dirección particular, país, teléfono, correo electrónico, breve nota bio-bibliográfica). No se aceptarán envíos por correo electrónico de participantes que residan en Cuba.
  9. Se concederá un Primer Premio de 300 USD (CUC si corresponde) al mejor minicuento, que se dará a conocer en la XXI Feria Internacional del Libro de La Habana.
  10. Los participantes residentes en Cuba podrán optar además por un Premio Especial, ofrecido por el Centro Provincial del Libro y la Literatura de Sancti Spíritus, consistente en 500 MN.
  11. El jurado, integrado por destacados escritores, podrá entregar las menciones que considere pertinentes, y su fallo será inapelable. 
  12. Los autores que sólo deseen aspirar a los premios y no a las menciones deberán aclararlo al final del cuento.
  13. La participación en el concurso implica la aceptación íntegra de estas bases.
Por más información escribir a:  dinosaurio@centro-onelio.cult.cu

Desahogo

(Ilustración: Denys San Jorge)

Son las tres de la mañana y estoy sola. Camino. Unos minutos antes todo era diferente. La soledad es una chica sucia, la tratas de espantar con algún que otro idiota, sabes será un fracaso seguro, lo enamoras hasta lograr que te folle como hace mucho no lo hacías. Su boca llena de fluídos ajenos, sus manos gelatinosas tocando todo eso que te reviste el espíritu, esa lengua de reptil inmundo, saboreando tu carne cruda. Un verdadero asco. O te creas un mentiroso plan de vida donde lees libros que te recomiendan las personas inteligentes, esos libros especiales que cuando comentas ingenuamente, no he leído, los ojos frente a ti se desorbitan, crecen las venas del cuello, el aliento se entorpece, se desbandan de sudor, esos ojos que te enfocan poseídos por tu pequeña ignorancia, ¡TÚ NO TE HAS LEÍDO ESE LIBRO! No importan los esfuerzos que hagas, la muy sucia se queda ahí, fiel. Cochinamente fiel. Continúo caminando y me duele el pecho. Respiro, eso siempre ayuda. La calle está tranquila. Su recuerdo de nuevo. Hace minutos que lo dejé allí, solo. Esos ojos no dejan de mirarme. Camino y cierro los míos pero no dejan de mirarme. Falta poco para llegar a la casa. Trago saliva para ablandar el nudo en mi garganta. Esta vez era diferente. Qué mierda, lo he dejado solo en una ciudad donde eso es pecado. Tengo mucho calor. Me quito la blusa. Sigo caminando. También te engañas intentando ir al cine, ver el último film de Coppola, los clásicos para que nadie te meta un cuento. Te dedicas a cuidar la casa. Limpias mínimo dos veces al día, riegas las plantas, desarrollas tus dotes insospechables de cocinera. Te sonríe la chica sucia que sabe la batalla ganada. ¿Por qué tiene que ser así? Camino sin mirar atrás. No sé qué hora es. Sus manos son suaves, me excita cuando me toca. Están por todos lados. Se deslizan tan suave por mí que puedo sentirlas aunque esté en marcha. Ahora sus dedos juegan con mi pelo, saltan a mi mejilla derecha, a mis pechos, bajan a mi ombligo, me acarician la pelvis, me erizo completa, tocan mi clítoris, penetran. El calor continúa. Mi pantalón ya en mi mano. El aire de la noche refresca esta calentura. Sus ojos no desaparecen. Tres chicos me miran y quedan boquiabiertos. No dicen una palabra cuando doblo la esquina. Pobres, nunca han visto nada igual. Subo las escaleras. No tengo hambre. Me dolió verlo pegado al suelo mientras la guagua arrancaba. Paso el pestillo de mi habitación, necesito arrancarme el pecho. Miro por la ventana, ni una estrella en la que refugiarse. Hoy no te dejaré entrar, chica sucia. Estoy desnuda pensando en ti. Los chicos deben estar haciendo lo que yo, pobres, eso es un indicio de soledad. Estoy cansada, me duele la cabeza. Sí, es diferente. Rompo a llorar sin poder evitarlo. Me gusta el olor de mi mano derecha sucia. Mi garganta ya no duele, no dejo de sentir su presencia. Qué quietud llega desde afuera. Vuelvo a respirar con calma, a mi ritmo natural. Todo está pasando, siempre es igual. Tengo dueño. Apago mi teléfono. Me alegro que sea diferente. Puedo cerrar mis ojos sin miedo alguno. ¡Al carajo las personas inteligentes!

Raiza D'Beche Berro

Carnet de miembro honorario

Autora: Ivonne Galeano (Coordinadora del Centro Onelio).

La metamorfosis de un poema

Se trata de cambiar los poemas cursis entregados de manera que el resultado quede original. Algunas técnicas:
  1. Aleatoriedad o azar diccionario: Se buscan los sustantivos, verbos y adjetivos. Cada uno se reemplaza por una palabra de la misma categoría (sustantivos por sustantivos, etc.) encontrada al azar en el diccionario.
  2. Sustitución ideolecto: También se cambian los sustantivos, verbos y adjetivos, pero por palabras relacionadas con una temática común o género de la ficción (palabras de ciencia ficción o terror, por ejemplo). Se pueden modificar las ideas ligeramente para dar más claridad.
  3. Antónimos: Usar los antónimos de cada palabra importante. Por ejemplo: bello por horrible. También cuentan los sustantivos, por ejemplo: bruja por azafata.
Las técnicas pueden mezclarse y no están restringidas a las dadas aquí.

viernes, 18 de noviembre de 2011

El enema

Otro enema. <Quien entre a este baño se pondrá a pensar en la enfermedad que me aqueja (será Estreñimiento, de seguro se prepara para una placa de columna o para una operación, quizás un síndrome de Mala Absorción Intestinal), a la gente le encanta el chisme>.
Se lo pone un día sí y otro no. Toma el agua con sal y la echa en el tanque del lavabo que está en lo alto, cerca de la taza. Se sienta y pone la cánula en su ano. Abre la válvula. Comienza a salir el agua y ella a retorcerse de dolor. Aguanta lo más que puede. Cierra los ojos. Hasta contiene la respiración. Saca la cánula y se pone de pie para aguantar un poco más. Suda. Se sienta de nuevo y vacía los intestinos. Al principio solo agua, después, los alimentos de esta mañana. Queda limpia.

(Ilustración: Denys San Jorge - detalle)
 Se va a la ducha a quitar la mugre del día con agua y jabón. Se rasura las axilas, los brazos, la vulva, el ano, las piernas. Ya seca se unta sus cremas, para esta ocasión, manzanilla. Antes de la ropa, vaselina, mucha vaselina. Lista, sale a la calle. Si hubiese sido ayer o si fuese mañana, los clientes la buscarían; pero hoy, ella busca a su cliente. Toda aromas. Al tipo no le gusta sacarla embarrada de mierda.

Evelyn Hastie Navarro

El cuento de 1 solo adjetivo

(Orientado por el profesor Heras en el curso)
Realizar 1 cuento de 1 cuartilla de extensión que solo tenga 1 adjetivo.

Los cuentos presentados puede encontrarlos aquí.

Contemplando(se)


… lo vio junto a él, tan cerca que pudo distinguir la boca
cansada del hombre bajo la risa pintada y fija del payaso.
Por un instante el pobre diablo (…) le sonrió,
de modo imperceptible, con sus labios verdaderos.
Esa boca. Mario Benedetti.
Lo piensa otra vez. Estoy cansado, de esto…, de ella…, sí…, cansado, su voz no resuena en el espacio, no atraviesa el tiempo. Un minuto… dos. Lo miro, con pausas, detenido en cada detalle de su rostro, minuciosamente, con un cuidado que se me antoja enfermizo, pero no puedo evitarlo. Todo en él me revela una ansiedad mal encubierta en los minutos que quiere quitarme, sin embargo es su rostro, a la vez, impasible y desequilibrado, algo en él me lo grita…, las comisuras pintadas…, no lo sé, por eso trato, quiero mirarlo…, lo miro más allá del pastoso maquillaje, penetrándole la mente para saber qué quiere conmigo, o quizás para encontrar en él la certeza de lo necesario… No puedo parpadear, ni un segundo o será la oportunidad perdida de adivinarle las intenciones.

Mientras lo veo también puede verme, instante de vulnerabilidad que me atormenta, pero es preciso… Sitios empañados le veo, borrados en lo que una vez pudo ser un recuerdo, poca luz en lo desértico de una habitación en la que se jadea en placer…, muy pocas cosas pero todas conocidas, gemidos sin voz, solo imágenes que se deshacen como los relojes de Dalí, alguien con alguien que no quiero ver y él, que nace o aparece,… y me dice dos minutos… tres. Estoy en él, que es en su mente. Se da cuenta. Lo nota en mi sonrisa amarga que quiere negarle entrada a su intención…, autocensura me dice y no sé de dónde saca la palabra y no la acepto porque yo no soy así o no quiero serlo…, no sé.

Sin embargo estoy, y me arden los ojos que no puedo cerrar, ya no, aunque quisiera. Los suyos, nerviosos, comienzan a moverse, con un balance rápido y tembloroso, de un lado a otro de las órbitas. Y sigo un vaivén automático de sus pupilas que siento en las mías como la luz blanquecina de una soldadura y las venillas enrojecidas me atan como a una marioneta. Todo eso en mi cabeza. De regreso y estoy, ahora lo noto, trayéndolo a mi reconstrucción de lo que en él hallé árido. Pero aún, no sé…, tengo control para saber lo que hace.

(Ilustración: Denys San Jorge - detalle)

Las manos suben y caen, largándole hacia abajo el rostro, como a un cortinón polvoriento del que se tira para descubrir escenas conclusivas, la cúspide dramática del último acto, quizás la agonía virulenta del que muere de una enfermedad curable, o el minuto del silencio que es grito doloroso y el abandono que es resolución.

Tiempo para despejar algo impreciso de la mente. Pero no quiero. Mejor es las cosas como están. El instante tiene su medida en estas gotas de agua que caen, que marcan con regularidad el paso irremisible del tiempo. Desde un orificio verdoso por la humedad se abaten, dejando tras si la sugerencia cristalina de la próxima, y noto en ellas la sucesión de los segundos, de mi propio pulso acelerándose, y solo ellos se oyen en el espacio, contra el espacio, sobre el espacio. Es inútil describirle el sonido de una gota que se precipita en el vacío, hasta que… silbido sordo… y suena.

Vuelve a pasarse, quizás en impaciencia, las manos por el rostro manchado de colores. No vas a hacerlo… ¿verdad? Dilo una sola vez, di no lo haré… ¿verdad? Quiero convencerlo con una súplica falsa que él ya me conoce y las manos se le aferran con fuerza a los bordes del lavabo, y con más…, con más… y más…, más hasta que desaparece la coloración rojiza de la piel apretada y me llega el dolor mudo y la cara manchada mírame dudando de si misma... ¿Por qué quieres hacerlo?, vuelvo, y su mirada insostenida repara en las gotas, ¿por qué aquí? ¿por qué ahora? Parte del maquillaje ha rodado con las manos, con la peluca, aplastada en el suelo.

Con ojos que arden veo las manchas en la cara, en las manos,… o la cara en las manchas, también en las manos… blanco, rojo, la mezcla, la unión, que me parece brutalmente providencial…, iré por sangre, no hay otra forma. Lo siento imaginarme comprándola, y voy con mi cuerpo que quiere a dónde él me lleva, y se me niega la mente a preguntar pero ¿38? me dicen…, sí, 38…, digo con mi boca que quiere y entonces probándola, sacándola, pequeña y brillante y negra, y el ruido y el cadáver y la gente y los gritos. Tres minutos… cuatro.

Afuera, el ruido ensordecedor por los trapecistas, los chillidos y chiflidos, los hijos de las castas y los muchohombre y los notengocuernos, la gente que ya sabe, la gente sabe… no, nadie sabe… ¡Sí!, sí, lo saben, todos te miran porque lo saben… ¡escucha! También las risas. La gente que ríe, que se ríe… ¿se ríen de mí?… no, no puede ser… ¿por qué me dices esto?, ¿por qué ahora? Las manos se me aferran más, pero el dolor de la ausencia de sangre, y la determinación, las aflojan bruscamente. Cuatro…, el minuto del rictus nervioso que me asoma en la sonrisa de la boca pintarrajeada. Ya hubo una vez: y no pude hacerlo… por aquel niño, su mirada indagante, su asombro, también él sabía y por eso miró así, y me detuve, no sé porqué,… era como si preguntara qué iba a hacer y yo no sabía qué…o no podía y fue entonces la sonrisa y la apariencia desde mi desgracia.

Sí, ese niño que imaginas ahora llorando, en alguna parte, no sé porqué…  Cuatro minutos… cinco, ya me toca…, otra vez. Uso el aliento y limpio el espejo. Este humillo que cede al reflejo nos revela mejor las caras. Advierto el frío en derredor… hay frío en su mirada, cinco, me repite y no me muevo y me desprecia y me lo grita desde un silencio que me sitia la garganta, que me cercena los ojos que no puedo cerrar ahora, sé lo que quiere, y le tenso las fibras rojas con que me ata como el perro que impide con la correa el avance de su amo y aún así lo veo, más decidido que yo, arrastrarme, irse del espejo. Las gotas de agua caen…, y las oigo detenerse súbitamente: pienso en una gota que se detiene, suspendida en el aire, en el minuto universal de los engañados, el minuto de los que se hablan, este minuto doble, paralelo, largo, insondable.

Piensa en los gestos inconclusos de la gente, las risas en distorsión de las bocas abiertas y salivosas, las moscas paradas, el calor atascado, la voltereta en el aire del trapecista cayendo que dibuja una sombra difusa sobre el entablado de la pista… Y camina… aunque lo ato más y… empiezo,… a perderlo,… pero no el minuto… de ahora… Cinco… y detenimiento y contemplación y ahogo… pienso en el payaso que saldrá lentamente al escenario, Dios quiera que ya no esté allí ese chico de antes. Toda la carpa silenciada ante su figura…, ante sus pasos, y el minuto que sigue, interrumpido en su viaje y en sus manos pequeña y brillante y negra y el ruido del disparo no se mezcla entre los gritos unísonos de la gente. Pero quizás, mientras…, cinco… todavía, ella, adúltera, puta, sentada junto a la baranda, justo al lado de la butaca del chiquillo, se desploma contra el suelo y sangre y carne quemada y adornos de la frente que salpican el rostro de niños cercanos… Pero no…, el plomo no cruza el espacio sin tiempo, me arrancaría los ojos para hacerlo y él tampoco puede.

La gota suspendida se precipita en la oscuridad del tubo metálico… seis, lo pienso otra vez, en la soledad falsa de los vestidores del circo, y la imagen reaparecida en el espejo, se presiona la garganta con la insinuación, circular y fría, del cañón de la 38...   

Yohandro Rey Sánchez Reytor

Primera vez

El lunes de la semana pasada preferiste quedarte callado cuando en el trabajo te dieron los buenos días. Un primo de tu mejor amiga volvió a tener un fuerte ataque de asma, lo llevaron al hospital y no sobrepasó la noche.
Al otro día, tu amiga se acercó llorando y tú, olvidando todo saludo matutino al verla así, la tuviste que abrazar pero no tenías palabras de consuelo: no te venía ninguna a la cabeza. No hubo otra novedad en las horas siguientes, aunque después de la novela te entró un dolor de cabeza que atribuiste al stress. Demasiado trabajo, pensaste.
El miércoles todo funcionó de maravilla, pues el jefe no se apareció berreando órdenes, no hubo que darle esos buenos días forzados que no te queda más remedio que decir cuando aparece por la puerta, porque a él, por muy atravesado que sea, sí que no se le debe ignorar por millones de razones. Pero el jefe no estaba de juerga. Su hija adolescente resbaló mientras limpiaba la casa y de urgencia hubo que enyesarla con cuatro o cinco huesos rotos. No podría asistir a la escuela en al menos tres meses.
Cuando empezó el jueves y la noticia de lo ocurrido a la hija del jefe era la primera plana en el cuchicheo general comprobaste, con desagrado, que no estaba la firma en el papel de tus vacaciones que comenzarían la semana siguiente. Con ese humor grisáceo entre ceja y ceja, pasaste directo a tu oficina sin detenerte a conversar con nadie. Algunos de tus compañeros se mostraron afables al principio, mas al deducir tu enfado siguieron sin chistar en sus comidillas y sus cosas.

(Ilustración: Denys San Jorge)
¡Por fin el viernes! Día bendito, bendecido y benévolo. Deberían hacerle una canción, una oda que refleje la alegría que provoca saberse viviéndolo. Aunque Robinson Crusoe ya le hizo su homenaje no fue con esa intención, por eso no vale. Como llegaste el primero, no hubo que hacer cola para marcar tarjeta, ni pasar entre los bebedores de café ni verles las caras a todos. Mejor así. Te pareció que el día era más luminoso, más colorido, más intenso que de costumbre.
Lo mejor que tiene la semana es, desde luego, su final. De ahí que el sábado hayas despertado a las once de la mañana, te hayas revolcado con tu almohada cuanto querías, te hayas hartado de comida y bebida (a la familia no se le dice buenos días, ellos están más que aburridos de verlo a uno, por tanto, ¿para qué?), te hayas puesto a ver películas, series y shows en el televisor porque es el único condenado momento en el que lo puedes hacer sin que te molesten.
Al día siguiente surgiste como una serpiente desde debajo de la sábana cuando te llegaron los gritos de tu mujer llamándote a almorzar. Pero si no has desayunado, pensaste. Qué más da, ya es tarde. Pasaste el resto del día en la playa, dorándote y carroñando cuanta tanga y calentico pasaba por tu lado. Tu mujer nada supo, pues tenía que trabajar en la paladar de su hermana. En la noche, te quejaste de haberte quemado demasiado y tu señora te untó la crema para que luego quedaras roncando sin mucho esfuerzo.
Hoy nadie te ha dado los buenos días. El papel sin firmar sigue en el buró del jefe así que nada de vacaciones. Cuando vas al baño has resbalado y te has roto la cadera. Primera vez.

Jeffrey Álvarez Massón